El Patio Negro
El sol incandecente mostraba todo su poderío estrellando sus rayos en contra el asfalto y los cuerpos parados marcialmente inmobles, estáticos, monolíticamente organizados cual tablero de ajedrez, uniformemente vestidos entre telas de dril, de color verdoso con un tenue degrades producto de los cuerpos sudorosos y de mas sustancias corporales que difumunaban su color original. Rayas blancas asimétricas se formaban en la dura tela producto de la emisión de sales y yodo que despedían los torsos humanos, los cuales formaban un charco de sudor alrededor de las botas duras y nuevas que no se terminaban de acostumbrar al recién llegado pie.
De fondo, cual balbuceo, se oían voces de diferentes tonos y dialectos, lo cual dibujaba la procedencia, personalidad e infancia de cada uno de sus emisores. Todos ellos, superiores temporales en jerarquía, conocimientos pero no siempre en audacia. Algunos se ceñían al programa formativo del plan de estudios, otros describían planes y ordenes de acuerdo a su especialidad a manera de grabarlos en su memoria tal como el procesos de emergencia ante un desperfecto en un avión o el plan de reacción ante un ataque de infantería, y los mas sentimentales narraban cuentos provinciales e incluso episodios personalísimos con amantes reales o imaginarias.
Los receptores, aunque inmóviles, también tenían opciones pero solo internamente. Algunos oían detenidamente a su instructor, otros giraban su atención de manera auditiva a cualquier narrador mas interesantes y muchos, se desligaban de su condición mortal para viajar mentalmente a su sitio de mayor interés con las personas que mas les agradaban o extrañaban.
Era la primera de muchas pruebas diarias a los cuales Carlos y sus compañeros debían someterse a lo largo de su etapa como Cadete, nombre anhelado y quizás sobre-valuado que se le daba a todo aquel que lograra ingresar a una academia militar. Y el “Patio Negro”, como se le conocía al segundo lugar donde se hacían las formaciones, de menor importancia que el patio de honor pero que representaba un mayor sacrificio pues había menos edificaciones que amilanaran la fuerza del sol, era el sitio perfecto para que en nombre de la “Formación del Cadete”, se ventilaran todas las formas posibles de ataque al cuerpo y alma emocional de aquellos seres. El sufrimiento corporal y mental era el precio que había que pagar para entrar en el sistema de jerarquización y estatus que ofrecía la carrera militar. Sin embargo, dentro de la estructura sobrepasar los obstáculo ya no era una opción, se convertía en una necesidad de supervivencia Pero, ¿Por qué esos jóvenes con un futuro por delante se sometían a tales tratos? ¿Qué los motivaba a soportar tales vejámenes?, ¿Incidiría este entrenamiento en el Pais?. Vaya que si incidiría, ciertamente Venezuela no sería la misma 25 años después, y valdría la pena analizar la génesis de la involución de un país rico en su ADN como lo era Venezuela. Pero por lo pronto volvamos a nuestro personaje que como tantos otros estaba lleno de sueños y esperanzas, con una voluntad férrea e inquebrantable y con unas ganas enorme de comerse al mundo, aunque esto a la larga le produjera indigestión.
La transición de Carlos a la vida militar fue envuelta siempre en un halo de alegría, tanto por el aliento de sus padres como por el entorno que envuelve la gestación de un militar en la Caracas de los 80, en donde históricamente se ha venerado, en especial por las clases medias y bajas, al hombre de uniforme, mas por el poder que representa y los posibles favores que pueda resolver, que por la defensa real de la patria o un verdadero nacionalismo. Y esto era comprensible porque aun con inflación, corrupción y criminalidad en aumento, no se vislumbraba amenaza alguna que pudiera poner en jaque el paraíso de favores, el wisky y la playa en el que vivían buena parte de los Venezolanos.
Pero no para todo esos jóvenes existía ese halo de felicidad, ya que a diferencia de muchas naciones, el porcentaje de muchachos de bajos recursos que ingresaban a las academias era cada vez mayor, muchachos provinciales, con educación no siempre homogénia, en la mayoría de los casos en busca de reconocimiento o de salvar mas su estabilidad futura que la de la misma patria. Y es que “los niños de bien” o los futuros Yuppie” (Young Urban Professional) como comúnmente se le conocía a los jóvenes con mayor poder adquisitivo de la época, no podían darse el lujo de malgastar su tiempo en una carrera militar ya que tenían otras prioridades, asi que en difinitiva, ni los unos ni los otros tendrían como principal razón una motivación patriótica, lo que en ese momento parecería nimiedad pero que con los años se pagaría con creces.
La Primera Diana
La primera diana (1), quizás sea uno de los impacto emocionales y palpables que recibe el recién llegado. Carlos por su parte, dormía en la parte superior de una litera como su casi nulo poder de decisión lo permitiría dado su condición de novato. El estruendo de la banda de guerra aminoran los segundos necesarios para que un cuerpo decente pueda volver en si después de una noche de reposo. El salto de la cama unido a los gritos de los superiores y el desconcierto de los iguales hacen de aquella primera diana un momento difícil de olvidar, ya que los movimientos más básicos y comunes del ser humano se vuelven automatizado y solapado por una progresión semanal estrictamente diseñada para no dejar espacios para el libre albedrío. La transición de la libertad de desenvolvimiento a un sistema de controles y continuas pruebas en harás de la “Formación del Cadete” moldea “El cuerpo y Alma del futuro Oficial”. Consignas como estas eran continuamente repetidas e impresas en la mente de aquellos jóvenes que pagaban con su Juventud el precio del reconocimiento.
Carlos, quien jamás había estado tan cerca de una formación militar como hasta ahora, recordaba los anécdotas de un Veteranmo de Vietnan quien comentaba como veía un dia a unos jóvenes decentes ayudando a una anciana a cruzar la calle y al otro dia matando al enemigo de forma morbosa y hasta con agrado, y aunque el contexto era muy diferente, el patrón era el mismo. Jóvenes adaptando su comportamiento a un sistema en donde requería habilidad para subsistir, mantenerse y en el mejor de los casos destacar. Esta formula aplicada a las diferentes personalidades y caracteres de la masa daba como resultado las conductas mas extrañas y contradictorias observables en el ser humano. Lo normal carecía de sentido y la lucha por la uniformidad cobraba vigencia. Las noches era el único momento de encuentro consigo mismo, en donde Carlos podía analizar brevemente lo acontecido en el dia, y a decir por el requerimiento del cuerpo al descanso, dichos momentos se reducían a breves segundos. Casos aislados eran notorios, cadetes saltando las paredes en busca de comida o sonámbulos en el medio del patio de armas por decir lo menos.
Los que provenían de algún instituto militar gozaban del beneficio del conocimiento y la adaptación, incluso eran comúnmente utilizados como “Monitores” a manera de ejemplo para el resto lo cual le sumaba importancia y los impulsaban a destacarse. La adaptación a la nueva comida, el esfuerzo físico y a las exigencias diarias acompañada de una dosis de carga académica eran los componentes ideales para mantener al hombre ocupado, incapaz de pensar en otra cosa que no sea terminar el dia tan bien como sea posible. El periodo de un primer mes de aislamiento absoluto, un segundo mes de visitas estrictamente controladas y un tercer mes para la primera salida completaban la primera fase del aspirante. Asi que ya había un objetivo a mediano plazo, la primera salida. Despues de tres meses, Carlos había bajado notablemente de peso, y aunque nunca fue del todo atlético, su porcentaje de grasa reducido lo hacia ver como un deportista mas de actividades maratónicas que de fuerza.
El Tiburón:
Durante cierto tiempo se había preparado la fiesta de navidad de la escuela, evento gratamente esperado ya que estaba compuesto de una gran fiesta donde se reunían cadetes y familiares al son de una orquesta, luciendo sus uniformes y haciendo gala de majestuosidad como la mayoría de los eventos sociales militares. Carlos pulió sus botones con gran esmero, lustro sus brodequines (2) y planchó cuidadosamente su uniforme. Al salir del dormitorio con destino al “Patio Negro” lugar de ejercicios pero laboriosamente acondicionado para el evento, se topó con el Alferez Juan Carlos Alvarez Dionisis, nombre que nunca olvidaría.
-Buenas noches mi Alferez,- saludando militarmente.-Buenas noches Acosta, ¿A dónde se dirige?- respondió Alvarez con el tono de voz pausado e irónico que le caracterizaba, ladeando la cabeza como examinando la indumentaria que poseía Carlos.-A la fiesta de fin de año mi alférez,- respondio Carlos como si no fuera obvio.-Que bueno Acosta, ¿vino tu familia y tu novia?-Si mi Alferez, de hecho me están esperando.-¿Sabes algo Acosta?, tengo una novedad, me hace falta un cadete para montar el servicio nocturno, ¿crees que podras colaborar conmigo? -Dijo Alvarez disfrazando la orden.-Mi alférez, tengo a mi familia esperando, yo pague mi puesto en esa fiesta- Contesto Carlos preocupado.-Tranquilo Acosta, montas tu servicio hasta las 10 de la noche y luego te vas a tu fiesta, son dos horas nada mas, mira que puedo quitarte la salida si no colaboras conmigo – Dijo Alvarez de manera desafiante y amenazadora.-¿Pero como hago para salir del cuartel al patio negro?, las rejas las cierran a las 09:00 – Pregunto inocentemente Carlos.-Tranquilo Acosta, yo dejo dicho en la puerta que te dejen salir, cuenta con eso.
Carlos sintió una gran impotencia, ira con una incapacidad de manifestarla, quizás esa fue su primera experiencia con el autoritarismo y la subjetividad del poder. Sin duda alguna, sabia que fue algún tipo de extorsión sistemática disfrazada de diplomacia. De esta manera, Carlos volvió a introducirse en su uniforme verde y tomar sus aparejos para montar aquella guardia voluntariamente impuesta. Si alguien dice que el tiempo es una medición exacta, no ha vivido sentimientos encontrados ni ha esperado nunca nada. No puede ser una medición exacta, porque los minutos de esas dos horas se volvieron para Carlos una eternidad, su mirada se perdía entre el abismo de cada segundo y el movimiento parsimonioso del segundero.
Por fin llego el momento de entregar la guardia, su relevo escasamente pudo oir las novedades que normalmente se dicen en esta transferencia de funciones. Carlos corrió a su dormitorio para colocarse de nuevo el uniforme de Gala. De forma apresurada y sin tanta habilidad como debiera abotono los botones de su Guerrera(3), apretó su correaje(4) y ajusto su daga(5), para de esta manera emprender su salida al Patio Negro, con la angustia de que ya habían pasado mas de dos horas y no se había podido comunicar con su familia. Al llegar a la Reja que separa la entrada del Cuartel de El Patio Negro, se acerca el Cadete de Guardia y le pregunta:
-Buenas noches Acosta, ¿A dónde vas?.-Buenas noches,- Contesto a la pregunta mas impertinente y recurrente de la noche- a la fiesta de fin de año.
-Lo siento hermano, pero tengo ordenes expresas de no dejar salir a nadie que haya estado de guardia hasta mañana.-Lo se,- respondio Carlos con algo de inocencia aun- pero el Alferez Alvarez me dijo que dejaría dicho en la puerta que me dejaran salir.-Mi alférez no dijo nada, y el salió hace como hora y media.
En ese momento Carlos se percato de la complejidad de la situación y la decepción que origina la palabra no cumplida. Para un joven de su edad la palabra es ley, y mas aun si proviene de lo que en su jerarquía significaría el norte a seguir. Se supone que el alférez es un cadete en su ultimo ano, a meses de graduarse y convertirse en la meta añorada por todo un batallón, entonces ¿Cómo es posible que se juegue con la palabra de esa manera?. Pero la retórica del mal ejemplo y la falta de liderazgo en ese momento se empequeñecía con la gran pregunta, ¿Qué hacer?. Y vino a la mente de Carlos la dicótomia ética que tanto hablaba el Almirante Director de la Escuela. Pero también se formaba la desambiguación de cuatro palabras que acompanarian a Carlos a lo largo de su vida, y es el transitar entre lo legal, lo legitimo, lo conveniente y lo justo. Amalgamar esas cuatro palabras no siempre seria tarea fácil. No era legal salir del cuartel, la palabra del alférez no era legitima, no era conveniente poner en riesgo la conducta tan férreamente evaluada y supervisada, y no era justo quedarse en el cuartel, ni para Carlos ni para sus familiares.
Asi que como Carlos, a pesar de amar la norma en ocaciones le era infiel, comenzaron a cruzarse en su cabeza posibles soluciones, desde las mas destempladas hasta las mas conservadoras. Por un momento recordó que había una ventana del baño que daba a uno de los parques contiguos al cuartel y que era comúnmente utilizada por los “chicoteros(6)”, como se llamaba a los fumadores, para cometer sus faltas y contrabandear sus confites(7). Aun cuando en el sub-mundo del cadete era ampliamente conocida esa ventana, a Carlos nunca le paso por la mente utilizarla hasta ese instante. Inmediatamente se dirigió al dormitorio los cuales permanecían oscuros, así que las condiciones estaban dadas porque la mayoría del batallón se encontraba en la fiesta. Las Instalaciones del cuartel Bolivar se caracterizaba por sus altos techos propio de las grandes estructuras de la época colonial, las ventanas de los baños eran especialmente altas y sus barrotes formaban una cruz que con el reflejo de la luz de la luna, reflejaban entre sombras cristos plasmados en todas sus paredes opuestas, el cual se iba trasladando por todo el recinto de acuerdo al movimiento lunar. Eso lo hacia lo suficientemente lúgubre como para evitar cometer errores. Los lavamanos eran de cemento forrados en cerámica blanca y adornados con visos azul marino acorde con la decoración de toda la escuela. Esto lo hacia especialmente duradero al uso continuo de cientos de cadetes y para mayor fortuna lo convertía en la escalera perfecta para llegar a la ventana circular, hecha por los albañiles de la medida exacta de un cadete. Asi que Carlos, con el impulso emocional necesario logro sortear el paso de aquella ventana y cayendo en la grama del parque contiguo se sacudió, estiro su uniforme ajado por la maniobra y se dispuso al encuentro con los suyos.
Entre temores e ira, Carlos llego al famoso patio negro, el cual se encontraba irreconocible gracias a la decoración e ingenio de empresas televisivas como Radio Caracas Television y Venevision, las cuales habían montado senda tarima para que se presentaran diversos conjuntos musicales y se diera la elección de la madrina al mejor estilo del Mis Venezuela. Alrededor del entablado, numerosas mesas redondas cuidadosamente vestidas en tono azul marino y blanco logrando la mayor uniformidad y neutralidad posible, ya que en la escuela se confabulaban cuatro fuerzas y cada una obedecía a un color especifico. De esta manera se buscaba la sincronización de varios equipos rivales en busca de su homogenización.
Habia un sentido de identidad profunda por la rama militar al que se perteneciera, aun antes de ingresar ya el aspirante tenia una idea clara de la fuerza a la cual se queria pertenecer. Y las cuatro fuerzas, como se le denominaban, tenian particularidades que tejian la personalidad de las generalidades. Los que iban al ejercito eran los mas folkloricos, soñaban con grandes tanques y cuarteles imponentes que evocaban una epoca colonial llena de historia y gallardia. La Armada o Naval, se caracterizaban por ser los mas “elitescos”, pues sus finos modales y trajes impecables, que en perspectiva no eran tal, los hacian lucir de otro nivel soportado por la premisa que eran la representacion del pais ante el mundo y deberian guardar la compostura. Estos eran los que guardaban mayor distancia entre los niveles de mando expresada inclusive hasta en el lugar destinado para comer dentro de los barcos, en donde existian espacios para los oficiales, sub-oficiales y tropas. Los aviadores vivían un mundo aparte, soñando con pilotear aviones majestuosos y poderosos para los cual las plazas eran sumamente reducidas, no por la falta de idoneidad ni capacidad de los jóvenes estudiantes, si no por el escaso numero de aviones que desde época temprana ya se sabia que habría. Los de la Guardia Nacional eran los mas sagaces y atrevidos, su contacto con el urbanismo y la administración publica los habría hecho merecedor de habilidades para lograr lo que se les encomendaran, justificando los medios por un fin, aun cuando ello significara hacer exactamente lo contrario para lo cual se preparaban , cumplir la norma. Existian dos corrientes, los que apostaban por una unificación de las fuerzas, un comun denominador para todas las armas, puesto de manifiesto en este intento de reorganizar una misma escuela para todos, y los que oponian resistencia. Estos últimos lo hacian mas por defender las competencias y la grandeza individual de su componente que por mantener una autonomia sana de division del poder propia de los estados democraticos. La unión de las cuatro fuerzas se presentó como un proyecto de inclusión y uniformidad, pero también con los años representaría la unificación de la cadena de mando y la inevitable concentración del poder.
Sin duda alguna, aquel evento se vislumbraba como un derroche de majestuosidad adaptada a un patio testigo de sudor y entrenamiento, lo que de alguna forma significaba el avance de un obstáculo para aquellos cadetes que esa noche se presentaban en sociedad, exaltando sus logros y jugando peligrosamente con su ego. Por fin llego Carlos, azaroso y vacilante se abría paso entre la multitud engalonada que disfrutaba del gran baile buscando la ubicación de la mesa que por organización le habría tocado y en donde deberían estar sus padres y su novia. Al encontrarla, la alegria de sus padres fue radiante como solía pasar en sus encuentros, pero coincidió también con la llegada de su novia que venia de bailar con un cadete, ...y no era cualquier cadete, era el alferez ALVAREZ!!!, el mismo que había causado todas sus penas aquella noche. Alvarez lo mira con la sonrisa sarcástica que lo caracterizaba y lo saludó con tono irónico:
- Acosta!!, bienvenido, ¿como estas?.- Sin novedad mi alférez - como respondería cualquier subalterno de servicio- solo que no me querian dejar salir del cuartel, usted dio la orden que me dejaran salir ¿verdad?. Asevero Carlos alardeando también de un toque irónico, como ya estaba aprendiendo a decir las cosas en un mundo donde todo puede ser utilizado en su contra.- Claro hijo, -como si la diferencia de edad fuera abismal- lo que pasa es que seguramente se le olvido al que esta de guardia.- aseguro Alvarez despidiendose y retirandose de la mesa.
Este episodio banal y sin gran importancia para el batallón, poco describiría lo que en el futuro seria aquel Alferez hábil y acomodaticio. Al transcurrir los años, Alvarez quien no era muy dado a la moralidad y al buen ejemplo, logro hacerse de grandes conexiones en el mundo político, lo que lo llevo en la vida profesional a trabajar de la mano con personas influyentes como es el caso de un general llamado Acosta Carles, quien llegó a ser Gobernador del estado Carabobo y Eliezer Otaiza, quien conducía un organismo de seguridad conocido primero como DISIP y luego SEBIN. Con este ultimo, solapo las competencias de la Guardia Nacional en las Aduanas e inyectó un sistema de extorsion a toda la cadena logística de importación. Eso incluía tanto a importadores como a funcionarios, los primeros luchaban por sus mercancias, los segundos por sus puestos de trabajo. Y las mujeres no escapaban de tales vejamenes. Era bien conocida su tendencia a otorgar cargos a cambio de favores sexuales o lo que coloquialmente se denominaba "Operación Cochon". Su nombre y apodo “El Tiburon”, ganado en la escuela militar por su habilidad para nadar y su parecido fisico con el escualo, se vio ligado al informe “Tormenta”, caso del profugo “Vladimiro Montesinos” , asesor político y jefe de los servicios de inteligencia del presidente Alberto Fujimori, el cual genero serios conflictos diplomáticos entre Venezuela y Perú. Ya para entonces se hablaba de su gran fortuna como capitán, que le costo varias investigaciones y retardos en sus ascensos. Pero la estocada final se produjo cuando de la mano del General Hugo “El Pollo” Carvajal, hombre de poder de los organismos de inteligencia, llego a Guayana con la estrategia de sanear las mafias de la industria siderurgica primero quedando como heroe y reconociendoseles todos sus ascensos, y apoderado luego del “negocio de las cabillas”, un entramado de corrupción, extorsión y mafias que generaban muy buenos dividendos. Sin embargo, los reveses del destino y la política jugaron con la ambición y desquebrajaron el manto protector que quizás sobrestimo, dando como resultado su detención en el ano 2013 por extorsión, asociación para delinquir y legitimación de Capitales y la orden de captura por narcotraficante para el Pollo Carvajal emitida por EEUU en el año 2020.
...Y
el paracaídas no se abrió.
Soleada
mañana de verano, ya con los aperos puestos, el grupo de jóvenes cadetes había terminado la fase teórica del curso de paracaidismo y
se disponían a abordar el “Hércules”. El hércules C-130, es un avión turbohelice de transporte táctico del ejercito venezolano
comprado en Estados Unidos. Aun cuando años después fue sustituido
por el Y-8 de fabricación china, este jamas supero su configuración de comodidad, calidad y maniobrabilidad. Ingresar al fuselaje por la
rampa trasera creaba una sensación de emoción y miedo a la vez, porque
cada uno de los cadetes sabia que desde ese mismo avión debían saltar
al vació y valerse de sus recién adquiridos conocimientos para
volver a tierra.
El
compartimiento interno de la aeronave estaba dividido por una fila de
asientos centrales que maximizaba el espacio. Aun cuando el avión era
lo suficientemente espacioso, el volumen del paracaidas cuidadosamente
doblado y adherido a la espalda de los cadetes hacen de la movilidad
algo complejo. Al cerrar la compuerta, el sonido de los motores
cambiaron de dimensión. Se sentía el movimiento de la estructura que a través de los motores iba relantizandose para mover la enorme
maquinaria hacia la cabecera de pista. Una vez allí, breves segundos duraría el chequeo de instrumentos ya que por ser una pista militar
era poca la afluencia de aeronaves. Se escucha la potencia de los
motores contenidos solo por el freno del tren de aterrizaje y súbitamente la liberación de estos, lo que hace que el avión comience su carrera en pista. Ese instante es el principio del silencio colectivo,
el encuentro con los verdaderos temores que se debatían entre el ímpetu juvenil y la adrenalina que recorría el cuerpo entero como
queriendo saltar antes del momento esperado, pero era contenida por
el vacío en el estomago que equilibraba el instinto de
supervivencia. La personalidad de todos, en especial en su primer
salto, juega un papal preponderante. La administración de las
emociones y la cordura no era tarea fácil, así que los que enfocaban
su atención en lo aprendido y confiaban en lo estudiado, podían mitigar los nervios y seguir repasando las técnicas de caída y su posición corporal. Los que no, se lanzarían a la suerte de los
vientos y al sistema semiautomático de apertura por ser un salto
enganchado, en donde el paracaídas se accionaria inmediatamente al
abandonar el avión. Estas misma características estaban representadas en
Colmenarez y Arrundell. Colmenares se destacaba por ser meticuloso en
sus acciones y sistemático en su proceder. Con sus botas pulidas y
correctamente sentado, impávido revisaba mentalmente toda la maniobra
a realizar, incluso el procedimiento de emergencia si el paracaídas principal fallara. A su lado se encontraba Arundell, un joven cadete
de tez oscura, dicharachero y quien siempre sobresalía por su
comportamiento un tanto inusual. En esta ocasión, escondía el miedo
realizando bromas a sus compañeros. Al llegar a los 1.500 pies de
altura, el maestro da la orden de levantarse de sus asientos y hacer
la correspondiente fila sujetados por la linea estática, la cual es
la encargada de abrir la canopia una vez dejado el avión. El silencio
fue roto por gritos y consignas eufóricas que permitían liberar
endorfinas y jugar con la adrenalina. Colmenares espera su turno
pacientemente a medida que observa el avance de la fila a través de
la compuerta de salto, y a medida que avanza las consignas son
sustituidas por el ruido del motor cada vez mas cercano y el efecto
del viento en la compuerta de salida. El maestro de salto les va
preguntando uno a uno si están listos, y los cadetes van levantando
el pulgar derecho como símbolo de aceptación. Ya a estas alturas, así no estuviesen listos era bastante improbable que alguien espetara una
renuncia a tan alto compromiso. La segunda pregunta, mas como arenga
motivacional que por otra cosa, era ¿Por quien salta?, a lo que los
cadetes iban enumerando personajes familiares como si fuera una
despedida: por la abuela, por la novia, por los padres, por la
hermana -quien sabe de quien- y un enorme etcetera, algún deshonesto gritaría: por mi patria!!!. Asi llegó el turno de colmenares -quien
fue uno de los deshonestos- y con mas tiempo que fuerzas, en
segundos dio aquel paso al vació que lo alejaría de la seguridad del avión y lo lanzaría a una caída desconocida. Juntó las piernas como diría el manual y casi inmediatamente sentiría el jalón del paracaídas principal que portaba en la espalda, igualmente a través de los vientos que unían su arnes con la canopia, sentía como esta se
iba abriendo en forma de hongo, llenándose de aire caliente y
minimizando su velocidad de caída. Ya mas estabilizado y como era de
esperarse, empezó a verificar visualmente el funcionamiento de su paracaídas antes de enfocarse en el sitio en donde iba a caer. En ese
instante, con algo de dificultad por los rayos del sol, a través de
los vientos (cuerdas) siente un movimiento brusco en la canopia ya
abierta, alzando la vista hacia esta. Lo que vio Colmenares le heló la sangre, una silueta humana moviéndose con desespero justo encima
de su paracaídas. La permeabilidad de la tela del paracaídas a la luz solar, permitía observar con un detalle aterrador el cuerpo de un hombre en
la copa de su canopia luchando por no caer al vacío. Sin embargo
tales esfuerzos eran inútiles, ya que por efecto del aire caliente, y
para fortuna de Colmenares, la canopia se había convertido en una cúpula dura que no permitiría a ningún mortal la honra de desquebrajara. Así que este hombre fue deslizándose irremediablemente al borde de la canopia para luego ser expulsado al vació con su paracaídas apagado. Colmenarez por su parte, observaba
desde abajo como el cuerpo desesperado y a merced del viento iba
cayendo acercandosele cada vez con mayor velocidad. Aquel hombre,
quien se debatía mas entre la muerte que entre la vida, a causa del
movimiento pendular de colmenares generado por el incidente, paso
justo al frente de el quien, a pesar de no poder atraparlo por lo rápido de la acción, en fracción de segundos reconoció la cara
despavorida de Arraundell, quien pasaba ante el directo a tierra.
La reacción de Colmenares fue instintiva, ya que no había manual que
describiera acción alguna. De esta manera lo intento abrazar y aunque
no logro detenerlo por la fuerza de la caída, si atino a sujetar el paracaídas apagado de su infortunado compañero. Lo sujeto lo mas
fuerte que pudo, sabia que la vida de Arrundell dependía de su
esfuerzo, toda su atención estaba enfocada a no soltar ese envoltorio
de cuerdas y telas que lo unían a su compañero. El objetivo había cambiado, ya no era tan importante el lugar donde iba a caer sino caer, y caer con su compañero vivo, al fin y al cabo sabia que el
terreno por ser para entrenamiento carecía de arboles y estaba
completamente plano, así que su paracaídas, el cual no necesitaba
mayor conducción, haría el resto. Así se fue acernado a la tierra amarillenta por la paja seca y el reflejo del sol que presenciaban todo aquello. Sintió a través de sus manos, como unos metros debajo
de el, Arundell tocaba tierra, sin embargo el seguía adherido a la
tela del paracaida de su compañero como para asegurarse de que
estuviese a salvo. Segundos antes de el tocar tierra, suelta la tela
de la canopia para poder observar la el suelo a escasos metros debajo
de el quien lo recibiría como los brazos de una madre que brinda protección a su pequeño hijo. Superado el incidente, se
entremezclaron los llantos y las risas con la satisfacción y de la
proeza lograda. Esta hazaña recorrió el mundo de los amantes del paracaidismos y las escuelas militares. Un conocido programa de
nombre “Nuestro Insólito Universo” conducido por Porfirio Torres,
en el cual se narraban hechos fuera de lo común, abrió uno de sus
espacios con esta odisea. Colmenares a por su parte, fue condecorado y
homenajeado por su acto de valentía y respuesta oportuna. Por su
parte, el solo sabia que había salvado una vida, así que hasta
entonces, había valido la pena vivir.
Juan Acuna
Otros Capítulos de Memorias del 306:
___________________________________________________
1Diana: Toque militar que se da al amanecer para que los soldados se levanten
2Brodequin (s): Desambiguacion de las palabras Borcegui (árabe) y Brosekin (Frances Medieval) para referirse al calzado que cubre el tobillo.
3Guerrera: ……
4Correaje: ….
5Daga:…
6 Chicoteros:
7 Confites: Se le llama a las golosinas consistentes en frutos secos, semillas o especias recubierto de caramelo de azucar. Generalmente se deniminaba a cualquier tipo de dulce.
2Brodequin (s): Desambiguacion de las palabras Borcegui (árabe) y Brosekin (Frances Medieval) para referirse al calzado que cubre el tobillo.
3Guerrera: ……
4Correaje: ….
5Daga:…
6 Chicoteros:
7 Confites: Se le llama a las golosinas consistentes en frutos secos, semillas o especias recubierto de caramelo de azucar. Generalmente se deniminaba a cualquier tipo de dulce.
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